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Reflexiones sobre mi mujer, el amor y la felicidad.

 

No estoy enamorado de mi mujer, de hecho creo que nunca lo he estado, por eso entre muchas otras cosas, puedo decir que la amo.


Uno de los hábitos con los que Sócrates -pervertía- a los jóvenes de su época como Platón, Euclides o Fedón, era preguntarles constantemente el significado de las palabras que usaban en sus conversaciones. Era consciente de su importancia, sabía que la palabra no es la cosa, y que muchas veces las usamos sin profundizar en su verdadero significado.

Seguramente infravaloramos la importancia de esta actitud, pero nos ha tocado vivir en la época donde más información errónea y en muchos casos deliberadamente engañosa existe sobre cualquier tema, por eso la carencia de tiempo o ánimo para atesorar un conocimiento generalista, hace posible que un Ingeniero en Telecomunicaciones, con un MBA becado en Carnegie Mellon, pueda no ser capaz de tener relaciones plenas por no saber ni tan si quiera definir, y mucho menos gestionar, cuestiones tan básicas y trascendentales para ser feliz como amar o estar enamorado. 

No siempre he visto las relaciones y el amor como ahora, en el pasado no he sido un buen gestor de este Arte, siempre he querido mucho a las personas que quiero, pero eso no garantiza quererlas bien, y en ocasiones, eso ha provocado momentos desagradables y desengaños para los que me rodean, y para mi.

Con el tiempo he aprendido que enamorarse está sobrevalorado, cuando profundizas sobre el fenómeno descubres que se trata de un proceso bioquímico donde por muy diversas y superficiales razones, una vez damos nuestro consentimiento racional para que el proceso se despliegue, nos adentramos en un colocón de dopamina y oxitocina que ni en una fiesta rave en Galicia el día de fin de año, pero todo pasa, y este proceso dura un máximo de 3 años.

Este colocón te permite pasar una época en los mundos de Yupi, súper feliz, pero también completamente gilipollas, perdemos racionalidad en las decisiones, foco, capacidad de concentración, claridad de ideas, nos impide ser capaces de juzgar objetivamente a la otra persona, los riesgos, las circunstancias, y otras cuestiones menores como un incremento notorio de apetito sexual entre las mujeres, y ganas de hablar entre los hombres, pero hay que tener en cuenta que si las resacas de una noche pueden ser un infierno, una de 3 años puede destrozarte la vida si no estás preparado.

¿Quiero decir con esto que sea malo enamorarse o que enamorándose uno tenga menos probabilidades de tener éxito en una relación? En absoluto, pero sí creo que no ser consciente de estos procesos, te pueden hacer gestionar incorrectamente tus decisiones a la hora de comenzar, romper o gestionar tus relaciones.

De hecho, hay muchas personas absolutamente adictas a la dopamina, viven las relaciones de una manera más primitiva, más instintiva y menos racional, en relaciones largas necesitan tener amantes virtuales, emocionales o sexuales de manera constante, y en menor medida cuando son honestos, van saltando de relación en relación cada 2/3 años para vivir en un constante colocón. Esto último me parece tan respetable como cualquier otra forma de gestionar las relaciones, cada uno parte de un nivel espiritual, intelectual y emocional que condiciona lo que busca y no todos necesitamos las mismas experiencias para sentirnos realizados.

Creo que el factor más determinante para tener relaciones enriquecedoras, es tener la seguridad de ser feliz sólo. Siguiendo con las costumbres de la escuela socrática, aclararé que para mi pensar en la felicidad como destino no tiene sentido, la autoayuda barata ha hecho mucho daño al concepto de felicidad. Y esta no es más que un estado de ánimo -puntual- donde uno se encuentra anímicamente bien, satisfecho. Por eso entiendo -ser feliz- como gestionar tu vida de tal forma que ese estado anímico, siempre temporal y revocable, pueda producirse lo más asiduamente posible, nada más. 

Pero hablemos de mi mujer, cuando nos conocimos creo que ninguno de los dos teníamos la capacidad de ser plenamente felices sólos. Mi mujer es un ser humano maravilloso, una persona humilde, noble, muy amiga de sus amigos, protectora..., y además de tener una sonrisa de otro mundo, es la persona más responsable y trabajadora que he conocido nunca.

Pero por circunstancias de su infancia que impregnan su carácter, y un desengaño reciente, cuando nos conocimos creo que pasaba por una época en la que se encontraba contrariada, algo pesimista, supongo que algo desgastada emocionalmente y con no demasiadas esperanzas de encontrar una estabilidad emocional y personal a corto plazo. Mi vida era un absoluto caos, tenía 27 años, trabajaba 18 horas diarias, tenía demasiadas personas bajo mi responsabilidad, viajaba mucho, descansaba poco, y tenía la misma cantidad de estrés profesional que de carencias afectivas y emocionales. 

Nos conocimos por Internet, tuvimos una primera cita a la que llegó 3 horas tarde por un autobús que se estrelló en Benalmádena... y bueno, entre el cansancio, la espera y la hora, la cita fue un desastre.

Al día siguiente mi mujer me dijo que le había caído muy bien pero que no era su tipo, yo le dije que no se preocupase, que a mi también me había caído muy bien pero que para saciar pasiones ya tenía el Messenger de entonces saturado.

Seguimos hablando, conociéndonos, y poco a poco, juntos, fuimos descubriendo que emocionalmente el otro llenaba las carencias del uno, una cosa llevó a la otra, y probablemente los dos, por primera vez, decidimos iniciar una relación que no comenzó con un flechazo.

Somos muy diferentes pero muy complementarios. Mi mujer se ríe de mi porque puedo pasarme una semana investigando por qué la Luna brillaba ayer con tanta fuerza, sabe que me encanta perderme dando palos de ciego sobre aspectos abstractos, ella en cambio es la perfección personificada en la ejecución de los aspectos reales, puede regar una planta de una sonrisa, poner equilibrio en una conversación de voceros, matar por la justicia de las cosas, crecer incansablemente como profesional o llevar el orden a una vida como la mía.

Pero nuestra relación no ha sido un camino fácil, nunca lo son. No empezó en la mejor de las circunstancias, porque ambos comenzamos la relación con carencias que anhelábamos saciar en el otro, y eso siempre trae consigo expectativas y desequilibrios personales que acaban inevitablemente afectando a la relación, nos necesitábamos, y por eso no podíamos amarnos bien.

Todo cambió gracias al crecimiento personal de mi mujer, la estabilidad de nuestra relación, su crecimiento profesional y personal, hizo que ella volviera a sentirse segura de sí misma, las heridas habían cicatrizado y no sólo comenzó a sentir que no me necesitaba, si no que empezó a cuestionar seriamente la relación, especialmente por la forma en la que había gestionado mi desequilibrada vida invirtiendo tanto foco en los negocios y el trabajo.

Y al crecimiento de mi mujer le debo una de las épocas más difíciles, enriquecedoras y evolutivas de mi experiencia vital, que la persona que más quieres te obligue a mirarte al espejo supone una gran bofetada de realidad, una catarsis que hace cuestionarte cómo estás gestionando tu vida y tus prioridades. 

Al mismo tiempo, sentir el destrozo emocional que te ocasiona imaginarte sin la estabilidad que tu pareja te proporciona, te hace descubrir que eres un yonki emocional que no ha sido capaz de curar sus carencias, sólo de esconderlas temporalmente debajo de la alfombra de una relación.

Y aquí es cuando toca volver al principio, porque lo bueno de no haber iniciado nuestra relación hasta las trancas de dopamina y con un juicio más dominado por la razón, sin que por ello no haya existido y exista la pasión, nos ha permitido afrontar estas crisis sin perdernos jamás el respeto y el tacto, con momentos de tensión, pero siempre con el cariño que merece una persona con la que compartes tu vida por muchos más motivos que los hormonales.

Con estas reflexiones no pretendo dar ninguna lección, ya comentamos que cada persona es diferente y tiene inquietudes distintas, una relación de éxito tiene infinidad de caminos, hay personas que cuestionan relaciones entre parejas de muy distintas edades porque piensan que la clave del acercamiento en muchos casos se debe a que el mayor tiene una posición económica más acomodada, y yo me pregunto por qué ha de ser más profundo o puritano acercarse a otra persona porque tiene un trozo de carne esculpido de buen gusto -que es una cuestión no meritoria que te toca al azar- a la gestión de un patrimonio que te ha costado mucho trabajo, buenas decisiones, orden e inteligencia.

En todo caso sí pretendo invitaros a la reflexión, vivimos tan deprisa, tan ocupados, que nos hacemos pocas preguntas trascendentes, ya no es que apenas estudiemos filosofía, es que no la practicamos, por eso no profundizamos lo suficiente sobre cómo nos sentimos, qué nos hace más felices, qué nos lo impide, en qué me puede ayudar una pareja, qué cosas no quiero de una pareja, qué cosas sí, por qué no me ha ido bien en mis anteriores relaciones, por qué me enamoro o por qué siempre lo hago de personas que no me convienen... por qué debo enamorarme para iniciar una relación, por qué sigo manteniendo una relación si no soy feliz, en qué clase de persona me he convertido si normalizo ser infiel y engañar a la persona que más me quiere... no sé, quizá a veces no encontramos respuestas porque lo difícil es hacerse las preguntas.

Por mi parte, y gracias a este cúmulo de circunstancias, reflexiones y pruebas superadas con la ayuda de mi santa mujer, creo que ambos podemos decir que hemos crecido, que seríamos felices solos, que no nos necesitamos, y precisamente por eso, hoy puedo decir que la quiero, y que la quiero mejor.   

Gracias por leerme, gracias por tantas lecciones, cariño.

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