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Un respeto al Empresario.





Una vez más, uso la escritura para ordenar mis ideas, reflexionar en silencio, y permitir a mi hija que mañana pueda descubrir qué se le pasaba por la cabeza a su padre por estas fechas si ese fuera su deseo.

Empezaré por las obviedades, no sólo no me considero en posesión de la verdad, si no que creo firmemente que es imposible encontrarse por completo con ella. Entiendo la Verdad como un camino y no como un destino. Mis reflexiones responden sólo a una experiencia vital y profesional muy concreta, y sólo podrán aspirar a servir como un punto de apoyo más para llegar a conclusiones generales más o menos certeras.

Para continuar están en su derecho a desconfiar de mí, no se lo he dicho aún pero soy empresario. 

Además vocacional para más señalamiento, me apasiona idear negocios, crear un equipo e intentar hacerlo crecer. Algún extraño impulso creacionista y hasta cierto punto masoquista, me ha hecho soñar con crear empresas desde que tengo uso de razón.

Mi punto de partida nunca fue cómodo, sin red de seguridad ni referentes cercanos en el mundo de la empresa, mi inexperiencia e ignorancia me hicieron tomar un sinfín de decisiones equivocadas en mis primeros intentos, mal cerrar empresas y sufrir el dolor e impacto emocional que eso conlleva, parece que era un camino necesario para forjar mi formación como ser humano y profesional, pero Emprender en España sin red de seguridad, es un tipo de experiencia que no recomiendo a nadie si no se trata de una cuestión absolutamente vocacional.

Has de saber que Roma no perdonaba a traidores, pero España no perdona a empresarios.

Mi punto de vista es que en España no se respeta al empresario, y quiero usar esta reflexión no sólo para argumentarlo, si no también para elucubrar sobre los motivos y las consecuencias.

Y me gustaría empezar por el principio aclarando que cuando nos referimos a los empresarios, nos referimos -a todos- los empresarios. Y aclaro esto porque tengo la sensación de que por algún extraño motivo, cuando socialmente en España se habla del empresariado, tenemos un extraño instinto selectivo que nos hace visualizar mentalmente sólo a empresarios como Amancio Ortega, Juan Roig, o ejecutivos del IBEX que en ocasiones ni si quiera lo son. Empresaria es también Flora, la dueña de la frutería de la esquina, Rosa, la veterinaria que atiende siempre con cariño a tu mascota, Antonio. el que te sirve la comida en su mesón, o tu primo Miguel que se gana la vida haciendo páginas web.

El empresario es el motor de la economía, el que poniendo en riesgo su patrimonio personal asumiendo responsabilidades legales, se lanza a crear una empresa generando empleo y riqueza para el país donde reside trabajando mucho más de lo estipulado en cualquier convenio colectivo, porque desgraciadamente el único convenio que tiene el autónomo en este país, es ser siempre el primero en dar, y el último en recibir. 

Los medios de comunicación tienen parte de responsabilidad en todo esto, se idealiza el éxito empresarial, se habla mucho de los cuatro de siempre, de las empresas grandes, de los que aparentemente ganan mucho dinero contando además siempre mentiras o medias verdades. Pero se habla muy poco de las historias reales, de cómo sobreviven en España los empresarios corrientes, de las condiciones que tiene el autónomo, de cómo es su desempleo, su jubilación, sus impuestos, sus trabas burocráticas, sus gastos por empleado, el trato que se recibe habitualmente de Hacienda, o de cómo el 80% del empleo que se genera en España lo generan precisamente este tipo de empresarios. Y para terminar, de la reputación social que se tiene.

Porque el problema como de costumbre no es político, es cultural.  

Hace años cuando tenía una empresa de venta directa, decidí irme a Dallas (EEUU) a conocer de primera mano cómo trabajaban las empresas de nuestro sector que más crecían allí, no podía concebir su velocidad de crecimiento y necesitaba verlo con mis propios ojos. En muy poco tiempo pude darme cuenta que en España nunca podría replicar su crecimiento, no era una cuestión de metodología, procedimiento, trabajo o producto, era la cultura.

Le pedí al gerente de la empresa salir con los comerciales a la calle a vender, quería ver cómo era el día a día en el ruedo, aprender y valorar las diferencias. Me llevaron a una gasolinera y nos pusimos a vender unos sprys limpia coches a todo el que paraba a echar gasolina. Me lo estaba pasando como un enano cuando apareció por la gasolinera un Ferrari, unos chavales de entre 13 a 16 años que jugaban cerca de la gasolinera con un skate, se acercaron corriendo, supuse que vendrían a ver el coche pero se fueron directos a hablar con el hombre que se bajó de el, supuse que sería alguien famoso y me acerqué a curiosear, pero la conversación me sorprendió. 

No lo conocían, no era famoso, pero le estaban preguntando qué había estudiado y en qué trabajaba para poder tener un coche así. El hombre les estaba explicando que tenía una empresa de reformas, lo que había estudiado y cómo había empezado a trabajar en la administración de una constructora, los chavales seguían con el interrogatorio buscando exprimir las claves, pero lo que me sorprendió es el respeto con el que le preguntaban y miraban, daba la sensación que aunque fue el Ferrari lo que llamó su atención, lo que verdaderamente buscaban eran las claves de la historia de superación para llegar hasta ahí, me fascinó.

Hablo desde mi humilde y pobre experiencia personal, pero me ha sido muy difícil ser testigo de ese tipo de respeto en España, aquí se percibe al empresario como un eterno sospechoso estafador codicioso que busca explotar a las personas para enriquecerse, supongo que en parte por esa envidia tan española, nuestra famosa y tan extendida mentalidad funcionarial, también un poco del resentimiento del que se cree muy inteligente y lo ha intentado sin éxito, y a saber qué más motivos, pero toda esta concepción ha calado de tal manera que hasta hemos normalizado algo tan impropio del tiempo en el que vivimos como tener a personas con ideales comunistas y anti empresa en el propio gobierno de nuestro país cargando públicamente contra el colectivo empresarial.

¿Pero de dónde sale esta cultura tan autodestructiva? Posiblemente de que en cierto modo esconde cierta dosis de verdad. España es un país muy particular, llevamos en los genes el entusiasmo imperialista, el Lazarillo de Tormes, la invertebración y la cultura del pelotazo. Por eso la opinión pública está llena de historias de tratos de favor, sobornos, comisiones, puertas giratorias, concesiones a dedo, y un contado número de grandes empresas extremadamente dependientes de las arcas públicas y por ende de la clase política dirigente que flaco favor hacen en muchas ocasiones a la imagen general de la empresa.

Si a esto le sumas la representación de una institución tan arcaica y obsoleta como la CEOE, uno puede llegar a entender aunque no compartir esta concepción social.

Por eso no debemos perder ocasión de hacer autocrítica y pedagogía. Autocrítica porque el empresariado español es el principal responsable de su situación por acción pero sobre todo por omisión.

Muy poco vertebrado, con asociaciones representativas extremadamente formalistas y amables con el gobierno de turno, en ocasiones a cambio de pescar subvenciones o tratos de favor a los que las dirigen, y muy pocos golpes en la mesa reclamando un espacio, un respeto y un trato justo.

En los países donde la sociedad está tan poco vertebrada como en España, y el poder político tiene tanto poder con un sector público de tanto peso, poner el grito en el cielo puede salir muy caro, y la mayoría prefiere vivir bien a que todos vivamos mejor. 

Lo entiendo, pero tenemos que ser conscientes de atravesar un momento dramático en lo económico, y tenemos que invertir más esfuerzo que nunca en ser ejemplarizantes, dar un paso al frente e invertir recursos en ganar esta batalla cultural, porque al final las consecuencias no la pagan sólo los empresarios, las pagamos todos.

Porque no es casualidad que España sea el país que menos crece de Europa, que no venga más inversión, el aberrante dato de paro juvenil, o las dificultades estructurales que tenemos para crear un país financieramente sostenible, todo parte de esta cultura de poco respeto al sector privado en general y al empresario en particular. 

Por supuesto que hay empresarios psicópatas, imbéciles e impresentables, como en cualquier otro sector. Yo mismo me he equivocado muchas veces y he asumido las consecuencias. Pero todos tenemos que hacer un esfuerzo en entender que el sector público no puede existir sin el sector privado, que necesitamos más que nunca inversión y empresarios que se la jueguen para ayudarnos a recuperar el empleo y la economía, o no tendremos dinero que paguen muchos de los derechos que hoy damos por supuesto. 

No puede ser que en el registro mercantil o en hacienda un joven funcionario que recién ha sacado su plaza te hable de manera arisca o mirándote por encima del hombro cuando acudes a pedir ayuda con un trámite, no es posible penalizar de por vida a un empresario cuando se equivoca y tiene que cerrar su primera empresa, ahora que tiene la experiencia sabrá hacerlo mejor en su siguiente intento, y por eso necesitamos favorecer que vuelva a intentarlo cuanto antes, no señalizarlo de por vida. en España la segunda oportunidad empresarial sigue siendo una utopía.

No puede ser que después de trabajar 16 horas diarias en tu bar para sobrevivir y tener un autoempleo, un gobierno incumpla la ley obligándote a cerrar por causa mayor ---sin compensarte mientras te impide ejercer tu libertad de empresa--- como bien expresa la Constitución con la que tantas veces se llenan la boca los políticos para lo que les interesa, tampoco puede ser que el colectivo empresarial siga impasible, invertebrado, como para que estas cuestiones ocupen un espacio en todos los medios para definir líneas rojas dejando su representación en manos de instituciones corruptas y obsoletas. 

No puede ser que las asociaciones empresariales sigan siendo sumisas y amables con el poder político acudiendo a cada llamada para salir y regalarles una foto y que nada cambie, han tenido y tienen motivos para escribir una nota de prensa diaria que no parece salir.

No puede ser que socialmente el empresario sea sospechoso por naturaleza y tenga presunción de culpabilidad porque generalizar es siempre injusto y porque necesitamos al empresariado para salir de esta situación.

Es sólo mi visión y puedo estar equivocado, pero España va a cambiar mucho en los próximos años, creo que aún no somos conscientes del proceso de realidad económica que viene por delante, y nos costará mucho más salir si no empezamos de una vez a respetar al empresario, empezando porque el se respete y haga respetar más a sí mismo.

Porque el empresario también es el que se ha suicidado en 2008, el que llora cuando se ve obligado a despedir a un empleado al que aprecia y necesita, el que no tiene para pagar sus facturas personales y sigue pagando los sueldos de sus empleados rezando para que todo mejore, el que vive en una incertidumbre diaria con tanto cambio regulatorio e inseguridad jurídica, el que padece el estigma familiar cuando las cosas no van bien, el que va al psicólogo para soportar la presión, el que se deja la piel para sostener los puestos de trabajo y se queda sólo cuando todo va mal finalmente, el que apenas tiene paro después, el que fracasa en silencio, y el que a pesar de todas estas dificultades y estigmas sigue intentándolo madrugando cada mañana creando empleo y riqueza para todos sin que nadie dedique nunca en este país un sólo instante en reconocer su labor, mostrarle respeto y darle las gracias.

Así que en definitiva sólo quería reclamar eso, un poco de respeto, que ya está bien.

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